"¿Cómo quedas ahora sola, inocentísima Virgen?¿Cómo queda viuda la Señora del mundo y sin tener ninguna culpa te han hecho tributaria de tanta pena?Cese, pues, el diluvio de sus sacratísimos ojos".

Resonará en los Oficios el eco de la antífona -"mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la Salvación del mundo"- ; y tú Señora de la Soledad, acudirás desde Santiago a adorarla, Cruz desnuda a tus espaldas y cruz colgante en la cintura de tus penitentes castaños. Se han llevado a tu Hijo, y con Él todo tu tesoro. Por eso te quedas tan franciscana, tan austera. En la piel delicada de tu morir breve sólo dos joyas: dos lágrimas cristalinas, agua pura de la única Hija Inmaculada de la Creación.